Tijerales
Cada vez pasa más tiempo entre post y post. Lo siento más que nada por mí porque pensé que sería capaz de mantener esto actualizado, soltar un poco la mano, practicar el oficio, en fin.
Entre el cambio de casa y una vuelta de carnero que tuvo mi pega (de jugar solitario en la oficina hasta hacerme indispensable en ciertos asuntos), no me ha quedado ni un minuto para nada.
En esa estamos.
Sin ser arquitecto y teniendo mínimas nociones de construcción (por no decir nulas) me lancé en la onda de remodelar mi nueva casa. El maestro que trabaja conmigo dice que es un "maquillaje", pero bueno, lo que para el es una manito de gato, para mí ha sido como construir el Taj Mahal, y de los resultados, debo decir, me siento bastante orgullosa.
Es bien especial lo que ocurre con "la casa de uno". ¿Puede sentir uno amor por ese espacio?
Antes habría dicho que no. Pero hoy, cada tarde cuando llego a saludar al batallón de maestros que raspan, pulen, pegan, pintan, vitrifica, siento un sentimiento bastante parecido a querer dentro de mí.
Qué bonito, ¿no?
Mi casa toma forma. Y la forma que toma me encanta.
La idea del proyecto ha sido rescatar la casa como era cuando se contruyó, el 49. Salvar la madera de las miles de capas de pintura, volver a los colores neutros, el blanco que tanto me gusta porque me relaja más que cualquier otro tono.
Todo eso en este mes intenso.
Esta es la casa número 20 en que voy a vivir. Casi la mayoría de edad. ¿Increíble, cierto?