jueves, octubre 19, 2006

Barney es mi mejor amigo

Aprovecho estos escasos y cada vez más lejanos minutos de paz para sentarme a escribir.

A mi espalda Barney canta una canción sobre un camión y Tobías mira embobado la televisión. Yo que odiaba a Barney ahora espero con ansias que sea la hora en que empieza esta serie y el más lindo me regale casi media hora sin interrupciones para no hacer NADA.

Hace tiempo que lo doy vuelta a esa idea. Desde el momento que uno trae un hijo al mundo y empiezan todas estas nuevas responsabilidades, se acaba el tiempo de hacer NADA. De juntarse a hablar de nada, de salir a pasear a mirar nada, de acostarse mirando el techo pensando en nada.

De quedarse un fin de semana en pijama y pedir pizza y comersela en la cama (qué cerdo, pero rico ¿o no?).

De irse a la playa con una escobilla de dientes y salir a almorzar y a comer lo que sea, donde sea.

De acostarse tarde sin estar mentalmente descontando las horas que te quedan hasta el primer "¡MAMAAAAAA!" de la mañana.

De poder darse el lujo de estar con caña y comiendo pan con queso a cualquier hora.

No me estoy quejando. O tal vez sí, no sé. Ha sido una semana larga de trabajo, refríos infantiles, y de esa sensación de que el mundo no para más y uno ahí, arriba de la pelota.

Barney comienza a despedirse con esa odiosa canción que sé (o espero), no soy la única que tararea sin darse cuenta mientras está en la oficina.

Anyway, Tobías sigue haciéndome perder la cabeza por él. Es lo mejor que me ha pasado en la vida, a pesar de tener cierta "saudade" por el nadismo de otros tiempos (aprovechen, malditos...).