jueves, septiembre 27, 2007

Con piloto automático (o las cosas que quiero que cambien pronto)


La segunda etapa de la maternidad me está pasando la cuenta. Los niños bien, gracias. La madre es la que está un poco destrozada. Hay días en que creo que estoy con gripe pero cuando paro y saco la cuenta, me encuentro con que van casi cinco meses, dos despertadas por noche por lo menos, sueños cortados, sueño acumulado y no. No es gripe. Es solo cansancio.

He estado pensando en las cosas que me gustaría hacer. Como cuando uno se pone a soñar con lo que no tiene (obvio, siempre el pasto del vecino es más verde). Y aparte de ganarme el kino y mejorarle la vida a toda la parentela, creo que va siendo tiempo de tomar nuevos rumbos en muchos aspectos de la vida.

Planear un viaje por ahora me suena a una extravagancia brutal. Por eso prefiero pensar en cosas que no implican aviones ni otros continentes.

Como el trabajo, por ejemplo. ¿Será tiempo de buscar un nuevo empleador o de empezar algo propio?

He pensado tanto en ser independiente, he tenido conversaciones iluminadoras que me hacen entusiasmarme con proyectos variados y entretenidos.

Me he acostado pensando en las cosas que podría hacer y en como me cambiaría la vida sin un horario fijo.

He recordado casos cercanos en los que esta presunta independencia ha significado un caos total y trabajar como chino. Pero trabajar así para uno, me imagino, debe ser gratificante, grande, propio.

Pablo me dijo el otro día un dicho demasiado bueno: es mejor se la cabeza de un ratón, que la cola de un león. Por ahora en mi vida, ni lo uno ni lo otro, pero ¿quién sabe?

La vida tiene más vueltas que una oreja, me decía siempre un gran amigo. Y esta oreja, además de querer pasar ocho horas apoyada en una almohada, far, far away from home, también quiere escuchar nuevas voces, conocer nuevas alternativas: cambiar de vida.

A ver si me lanzo.