viernes, febrero 16, 2007

Lluvia de verano


Llevo un buen rato releyendo antiguos post de este blog y a ratos me parece encontrarme con una persona que no soy yo en cada línea. No sé cuántas cosas han pasado desde que empecé a escribir aquí. O cuánto he cambiado desde las primeras palabras, las primeras incertidumbres, hasta ahora.


Es difícil de explicar, pero la lluvia siempre me trae esa "saudade" (me encanta esta palabra), y la de hoy, en la mitad del verano y a un día del comienzo de mis vacaciones, tiene un aire nostálgico. De cierre de algo. De punto final.


Siguen pasando tantas cosas en mi vida. La guata incipiente que crece a día, con un niñito que patea para marcar presencia en este mundo que lo espera, me mantiene conectada con mi cuerpo. Una sensación que siento por tercera vez en mi vida. La primera después de una incómoda operación. La segunda, con el embarazo de Tobías. Y ésta.


Es una sensación extraña y grata a la vez. De sentirte al tanto de las partes de tu humanidad, de los movimientos, de la piel.


Hoy el frío se siente tan agradable. Y este día como noche, me lleva a nostalgias como la de recorrer mi blog hasta sus comienzos y darme cuenta que hay temas que van a estar en mí siempre. Recién le daba la lata a mi amigo Ignacio con uno de mis tópicos favoritos: Valdivia, la vieja casa de mis tatas, la lluvia.


Mañana estaré por esos lados.


Hoy cierro estas frases con una sensación agradable de espera. Me gustan las esperas porque anuncian el comienzo de algo, de cosas nuevas. Y aunque a veces los porrazos son fuertes, prefiero seguir esperando cosas de la vida todo el tiempo, a no esperar nada.